Que No Te Roben

“El ladrón nunca será el dueño original de lo que se robó.” Francois DuToit.

Recuerdo cierta ocasión durante mi juventud, cuando anuncié en el periódico un sistema de audio. Desde niña siempre había soñado con un equipo así, mas habiendo llegado a la edad adulta como madre soltera, siempre me encontré teniendo que vender lo poco de valor que tenía para suplir lo que mi baja paga no alcanzaba a cubrir. Así que estando en mi oficina, un hombre me llamó, queriendo comprar mi equipo por una cantidad risible de dinero, la cual no resolvía mi problema, por lo que le dije que no me interesaba su oferta. Cuando llegué a casa, mi madre me dijo: “¡Ay, hija! ¡Cómo pudiste vender ese equipo por tan poco dinero!”. Yo le dije: ‘No, ya no lo voy a vender, con lo que me ofrecen, no salgo de mi problema”. En ese momento, ella palideció, y con gran angustia, exclamó” Él hombre que se lo llevó me dijo que ya había hablado contigo y que tu habías aceptado su oferta… aun me dijo: “si quiere, llámela”….”. Aquel hombre astuto, sabiendo que yo me encontraba en mi trabajo, tomando mi dirección del anuncio, y la información que yo misma le di por teléfono, y conociendo que en aquel vecindario aun no había lineas telefónicas, corrió a mi casa y engañó a mi madre. Sin poder ella llamarme para verificar, le permitió llevárselo. Un año después, el hombre tuvo el atrevimiento de enviarme a su hijo para recoger la factura porque ¡necesitaba vender mi equipo de sonido!

El ladrón solo podrá engañarnos y robarnos mientras no sepamos que es ladrón y engañador, y que lo único que él pueda ofrecernos siempre será una trampa, un robo y un engaño. Jesús puso a este ladrón en la Cruz hace mas de dos mil años (Col. 2:14, Ef. 2:15).  Muchos creímos o fuimos enseñados que este “ladrón que vino a robar, matar y destruir” era satanás, mas ese ser ya fue despojado y quedó derrotado; él nunca podría engañar a nadie, si todos conociéramos la verdad y la creyéramos,  verdad no sólo acerca de Dios, sino  acerca de nosotros – la verdad de lo que le sucedió a la humanidad en Jesucristo.

Mas ¿cuál es esta verdad realmente, entre tantas que se levantan hoy como “verdad”? ¿No acaso todos creemos tener ya nuestra verdad y no queremos escuchar ninguna otra? Y si pudiéramos reconocerla, la aceptaríamos? Tristemente, muchos le creemos primero al ladrón, y este ladrón es nada más y nada menos que “el sistema de la Ley” – el favorito del diablo y mientras la gente no sepa o no crea que este sistema ya fue abolido, él lo seguirá usando para despojarlos.

Muchos creen que esta “Ley” se refiere únicamente a la Ley de Moisés – el Torah.  De hecho, la palabra Torah es una de las palabras usadas en el Nuevo Testamento para referirse a esta Ley.  Irónicamente, desde antes del tiempo de Jesús, la vida de los judíos ya no estaba fundada en el Torah, sino en el Talmud, el cual surgió  desde su cautividad en Babilonia.   De aquí entenderás por qué Jesús les dijo a los fariseos “en vano me honran, enseñando como doctrinas ‘mandamientos de hombres’ ” (ver Mat. 15:9).

Interesantemente, al leer Romanos 2 y 3 concluimos que los gentiles, aun sin conocer la Ley de los hebreos, también se  encontraban bajo la Ley.   En esta instancia, Pablo no usa la palabra “Torah”, sino la palabra “nomos”, que también se traduce como “convención” o “costumbre”.   La concordancia Strongs la describe como “cualquier cosa establecida, recibida por uso, costumbre, ley o mandamiento… toda ley o precepto que produzca reglas o mandatos”.

De la Enciclopedia Británica, te traduzco el significado de “Nomos”:

“En general, la creación de la ley (nomos) fue una invención humana que se logró con el objetivo de restringir las libertades naturales en la conveniencia y el interés propio. Esta visión de la ley como arbitraria y coercitiva no condujo a la estabilidad social, sin embargo, fue enmendada por Platón y otros filósofos, quienes afirmaron que “nomos” estaba, o al menos podría estar, basada en un proceso de razonamiento mediante el cual los estándares inmutables de la conducta moral pudieran ser descubiertos, para luego poder expresarse en leyes específicas. La dicotomía entre las opiniones negativas y las positivas de la ley nunca se resolvió realmente”.

Este sistema es a lo que Jesús se refería como “el Mundo”. Éste es el ladrón que se ha infiltrado en nuestra vida diaria a través de muchas formas, principalmente, en forma de religión, pues la religión, sin importar su nombre , siempre querrá hacerte ameritar, pagar, o trabajar por todo aquello que Jesús ya te dio como un regalo de su Gracia: tu perdón, tu aceptación, tu inocencia, tu perfección, tu inclusión junto con Él en el lugar mas alto – sentado con Él en las alturas,  tu bendición y Vida eterna (como si ésta fuera posible obtenerse por nuestro propio esfuerzo); ¡la religión aun nos hace pagar para recibir provisión! Irónicamente, nuestro esfuerzo nunca será suficiente y pocos serán los que dejan este mundo con la seguridad de su salvación, sin sentir que les faltó “hacer algo”, o que alcanzaron “la medida del varón perfecto”.

Al leer las cartas de Pablo, encontrarás su lamento por aquellos que después de haber escuchado el Evangelio, y haberlo creído con gozo,  se volvían a “la Ley”,  incitados por judíos disfrazados de ‘discípulos de Jesús’, quienes se infiltraban entre los gentiles para dejar sin efecto el Evangelio de Pablo, inyectándole la Ley judía, a lo cual Pablo se refería como “otros Evangelios” (busca mi estudio de Gálatas en este sitio).

Conociendo lo anterior, y sabiendo – según la historia,  que los primeros cristianos fueron ferozmente perseguidos, y entregados al martirio muchos de ellos, imagina que tan adulterado se encontraba ya el Evangelio cuando Roma se apersonó del mismo 300 años después y lo convirtió en el evangelio de María y en la mezcla de Ley y Gracia que tenemos hoy;    La religión no solo nos cambió el Evangelio de Gracia de Nuestro Señor Jesucristo,  sino que también nos cambió  la imagen de nuestro Padre por la de un faraón opresor y temible, difícil de complacer, o por otra, similar a la de los dioses babilónicos, quienes demandaban sacrificio sin jamás quedar satisfechos.

Por mencionar un ejemplo, una de las doctrinas en las que ha quedado reducido el Evangelio en nuestros días, es aquella que surgió hace solo 200 años, pero que ha llegado a ser muy popular, aun entre algunos ministros que enseñan el Evangelio de Gracia, (incluyéndome a mi, en los inicios de este blog).  Esta doctrina afirma que Dios Padre, “golpe tras golpe azotó a Su Hijo y descargó toda su ira sobre Él, para no hacerlo contra nosotros”.   Lo irónico es que aun habiendo hecho cosa tan salvaje (según Calvino y sus seguidores), ésto solo será benéfico para nosotros si creemos que Él hizo tal cosa, a lo que ellos llaman “el evangelio”; de no creerlo, puesto que Dios es un “Dios Santo y Justo”, la misma ira que Dios descargó contra su hijo, es la misma que  su santidad y justicia demandarán contra nosotros, no solo en vida, sino eternamente después de la muerte, en ‘el infierno’, por algo tan simple como: morir sin arrepentirnos,  o morir sin confesarnos, o morir sin ser bautizados,  o simplemente, por no haber hecho “la oración del pecador”.  Si ésta realmente fuera la lógica de Dios, imagina lo que debía esperar aquel que ha cometido las monstruosidades que se escuchan hoy.  De ser así, el infierno debería tener diferentes niveles,  similar al infierno de Dante,  ¿no lo crees así?

Al escuchar lo anterior, sólo podemos llegar a la conclusión de que, de lo que Cristo vino a salvarnos fue ¡de Su Padre! y, ¡horrenda cosa será caer en manos de un Dios Vivo! Quiere decir que Dios dejó el cielo y se humilló en forma de siervo para sacrificarse a Sí mismo ante Sí mismo y así salvarnos ¿de Sí mismo?  No es difícil entender por qué  tanta gente prefiere a María,  o a los dioses muertos,  o a los dioses hechos con manos de hombres…  ¡No, y un rotundo No!   Cuando Pablo dijo: “las cosas de Dios para el hombre son locura”, no se refería a la esquizofrenia.  Ni Pablo ni los cristianos de aquella época creían tal aberración.  De hecho, este evangelio sólo existe desde que Calvino nos lo vendió.

Cuando Jesús murió en nuestras manos, no nos estaba salvando de su Padre. Alguien que requiere el sacrificio de su propio hijo para saciar su propia ira no es un  verdadero padre,  es un monstruo. En nuestra sociedad ‘evolucionada’ encontrarás casos de ello  cada vez más frecuentemente, y no dudo que esta falsa imagen que se ha pintado de Dios tenga que ver con ello. Sin embargo, ese dios, en la antigüedad se llamaba Moloch, a quien por cierto, los engañadores han puesto de nuevo de moda  en nuestros días. (Te invito a ver este mensaje  de John Crowder,  “Sed de Sangre Divina“, subtitulado en español, quien con su característico sentido del humor analiza la doctrina de la expiación, para que podamos ver la Cruz bajo La Luz del Amor De Dios y no bajo su ira.).

¿Mas de qué vino a salvarnos Jesús entonces?

¿Si te lo digo me escucharás sin enojarte?  En mi próximo blog te compartiré mi teoría, deseando que el Espíritu de Dios en ti te persuada de la verdad.

“La historia está llena de evidencia de que una verdad no es difícil de matar, pero una mentira, bien contada, es inmortal”.  Mark Twain.

Gracia en Abundancia.

 

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