Religión o Relación

He llegado por fin a la conclusión de esta serie, en la cual te invité a descubrir si la religión y el evangelio son la misma cosa, si la religión cree el evangelio, o si la religión puede salvarnos.  Habiendo desmitificado la doctrina de Calvino y tantas otras, surgidas de malentendidos de la escritura o de las fantasías de muchos, y  después de haber compartido mi trayectoria, mi perspectiva, algunos hechos, así como lo que la escritura verdaderamente habla al respecto, espero haberte convencido de que la única respuesta es: no, no y no rotundo. 

Puedo asegurarte con toda confianza y sin lugar a dudas, que contrario a lo que la religión enseña, en lugar de voltear su rostro de nosotros, Dios siempre nos ha buscado la cara, para finalmente mostrarnos su rostro;  mucho antes de que nosotros le buscáramos, Dios nos buscó – porque somos suyos, porque nos ama y sabe cómo encontrarnos, pues Él nos diseñó –  desde antes de la ‘caída’ del mundo, desde antes de estar en el vientre de nuestra madre, Él  ya nos había concebido en su vientre de compasión y mas tierno afecto.   

En lugar de someternos a Él como sus siervos, Dios se sometió a nosotros, dejando el cielo mismo y encarnando como uno de nosotros, ‘en forma de siervo’ – Jesús,  “el Cordero sin mancha”, para hacernos saber quien era el Padre y cuanto Él nos ama;  para hacernos ver quienes éramos nosotros mismos, hijos de Dios, hechos en Su imagen y semejanza, “apellidados con Su Nombre”, y para poder libertarnos de aquello que nos impedía sentirnos reconciliados con Él. 

Nosotros no lo invitamos a Él,  simplemente respondemos a Su invitación a  entrar en la relación que Jesús, desde la eternidad, ha tenido con su Padre, para poder compartir Su vida eterna con todos nosotros, dentro del mismo ‘Espíritu de Gracia’  y en el máximo Amor que pudiera existir en esta vida, por lo que Él aguardará el momento en que dejemos de dar patadas de ahogado, intentando salvarnos a nosotros mismos, para poder llevarnos de la mano a bucear por el océano de su amor, sin ningún esfuerzo y sin ningún temor.     

Aun sin hacer ninguna oración,  Jesus ha estado presente en nuestra vida, en nuestros momentos mas obscuros,  esperando al momento en el que estemos listos(as) para  abrir los ojos  y vernos en Él, al igual que el ‘Rey León’ se descubre en la imagen de su Padre, reflejada en el agua,  el Agua de Su Espíritu nos revela como sus Hijos(as), y al verle a Él en nosotros como nuestro verdadero Padre – nuestro origen y destino, seremos transformados ‘de gloria en Gloria’, por su mismo Espíritu y sin sudor. 

No necesitamos religión que anule lo que Cristo ya hizo por nosotros, ni que tergiverse la lógica que Dios comunica en nosotros a través de Jesucristo.

Jesús no vino al mundo a fundar una religión,  nosotros, en nuestra mente legalista y sabiduría humana lo reducimos a una simple religión, a un sistema (el ‘nomos’), a un manual legal, a un código de reglas reforzadas a base de temor, intimidación, juicio y castigo; mas contrario a lo que se nos ha hecho creer,  Jesús vino a poner a la religión fuera de negocios, porque la religión, sea el cristianismo, la yoga, o cualquiera que sea su nombre, jamás podrá infundir ‘Aliento de Vida’, y por consiguiente, no puede producir fruto, siendo el primero ‘el amor’.    

La Gracia y la Verdad  nos fue dada por Él; mas la religión nos dio La Ley, la ilusión y la fantasía,  para hacernos vivir de nuevo como Adán, dejando a Jesús en la Cruz como si nunca hubiera resucitado, mientras somos indoctrinados a querer completar el trabajo que Jesús ya ha consumado, a través de la Ley  que Jesús ya dejó clavada en la Cruz. Esta ley se encargará de ‘enfriar’ el alma de las personas, extrayendo el amor y la compasión de Dios de su corazón al convertir su justicia en un sistema ‘legal’, cuando originalmente era sólo una paternidad basada en Amor, Gracia y Verdad. 

Bajo la Ley, será injusto que tu recibas algo sin merecerlo,  tampoco sera ‘justo’ que tu seas salvo solamente por Gracia – te hará merecerlo, y vivirás ‘tratando’ de amar, ‘tratando’ de cambiar… de perdonar … de ‘ser mejor’, etc.,  sin poder lograrlo, simplemente porque el aliento de Vida solo puede respirarlo en ti Su Espiritu Santo y tu fuerza o esfuerzo jamás podrán darte esa Vida.

Necesitamos esa Vida que el Padre ha ‘ordenado’ en todos sus Hijos,  y que le ha placido darnos a través de su Hijo,  y no aquella que vivimos que él llama ‘muerte para muerte’.  Solo necesitamos entender la Lógica de Dios,  y saber cual es Su Fe en lo que se relaciona a nosotros: que es lo que Él piensa de nosotros, que es lo que Él cree o sabe de nosotros, que nosotros mismos ignoramos o negamos; cómo nos ama y cómo nos ha hecho ya salir del “infierno” en el que muchos vivimos antes de conocer Su Verdad.

¿Y cuál es su Verdad?

El Dios que te creó para su deleite,  para  poder relacionarse con alguien ‘de su mismo tipo o ‘especie’’,  buscaba una  relación con su humanidad robada; no aquella relación de faraón a esclavo, ni siquiera de Rey a siervo, sino de PADRE A HIJO(A); una relación basada en su Gracia y Amor perfecto y entrañable, y no en nuestro amor limitado y condicional y nuestra idea de compasión; un compañerismo basado en su perfección y no en la que la humanidad trata de alcanzar  a través de obras condicionales y temporales, acciones originadas en la fuerza de voluntad, la disciplina y el esfuerzo, motivadas por los deseos de la carne, y de una falsa identidad o auto-imagen. 

En efecto, Jesus nos ha dado su salvación, basada en lo que Él vio “Justo y bueno” – de ‘aroma agradable’ en nosotros, y no en lo que la auto-justicia del hombre considera ‘justo y bueno’, y que culmina en muerte eterna. Todo ésto simplemente, porque el  corazón de Dios siempre ha sido ‘co-habitar’ con nosotros y trascender en nosotros, de la misma manera en que un padre biológico amoroso alcanzaría su gozo completo al convivir con sus hijos, compartiendo con ellos todo lo que ES, todo lo que tiene, y al ver en ellos el gozo, el bienestar y la paz, incluídos en la palabra hebrea Shalom;  ésto fue justamente lo que nos ha otorgado Jesús, para lo cual entregó Su Carne, Su Sangre y Su vida misma.

De hecho,  este es el significado original de la palabra hebrea Chen, traducida como ’Gracia’, según su primera mención en Genesis 6:8:  “bajar’, “echar tienda”,  “acampar”, o “hacer morada”, “descansar”. Cristo ha bajado, se ha rebajado y hoy habita en ti, esa es su Gracia –   tú te encuentras habitando en Cristo, entrelazado con la Trinidad .  Esto es ‘la Gracia de Dios’.  

Alguien me decía:  <<Yo noto que la gente, al conocer el Evangelio de Gracia,  lejos de caminar hacia las cosas nuevas, tienden a volver a su vieja vida…>>  Yo le respondí: <<quizá no hayan entendido lo que la Gracia realmente significa>>

Al vivir Él en ti y tú en Él, tienes algo mas que un simple ‘favor inmerecido’:   tienes Su eternidad – tu herencia;  tienes un Padre que nunca te dejará ni te abandonará;  tienes a Su Espíritu, alimentándote con Su Vida Abundante;  tienes la sombra de su imagen, tienes un cordón de tres dobleces que jamás se rompe, y tienes el  escudo del gozo de Su Salvación, como lo vimos al principio de esta serie, palabra que significa sanidad, libertad, restauración, restitución, ‘Shalom’, vida en abundancia.

Es necesario que el que acepte la invitación a esta Vida, entienda que este Jesús, quien por un Amor de la mas alta calidad  murió nuestra muerte, dejó clavada en una cruz esa ‘carta de requerimientos contraria a nosotros’, llamada ‘La Ley’ – la fuerza del pecado, separándonos de ella “como el este del oeste”, y dejó ardiendo ese viejo “árbol del conocimiento del bien y el mal”, que nos  produjo ese ‘virus’, llamado ‘pecado’ – del griego ‘hamartia’ que significa: ‘sin forma’ – esa distorsión o deformidad en nuestra imagen, esa culpa, esa vergüenza, ese temor que  nos produjo esa ira que “demandaba sangre y castigo para poder descansar”, según  la justicia de este árbol – “la justicia de la Ley”, junto con todo aquello que tal mentalidad de deuda y de juicio produjo en la raza humana.  No podremos experimentar La vida de Dios mientras continuemos ardiendo en el viejo árbol. Ya hemos sido separados del mismo. Este es el significado original del ‘perdón’.

Declarando: ¡“consumado es”! Jesús hizo morir al hombre “siervo”,  al hombre esclavo que vivía bajo aquel sistema esclavizante y legalista que le hacía vivir ‘en el hades’,  sintiéndose indigno, pues nunca lograba calificar ‘sin hacer trampa’, y puesto que en lo mas profundo de su ser – en su consciencia, así  lo sabía,  al igual que una nube bloquea el sol, ese conocimiento de ‘bien y mal’ bloqueó el amor de Dios en su corazón, endureciéndolo como la piedra y dejando su alma tan fría como un cadáver.  Fue precisamente de este corazón de piedra y de esta alma de hielo de donde surgió tal artefacto de castigo, dolor y muerte como lo fue la cruz, y muchos otros, antes y después de ésta.

Mas la obra consumada de Jesucristo no se limitó a su muerte en la cruz;  Él descendió a la profundidad de nuestro ‘infierno’,  y nos mostró su luz sacándonos de ahí, ¡en  Su Resurrección! En ello se encuentra la victoria, pues de no haber resucitado, ésto invalidaría lo que con su muerte logró, significando que nuestros pecados no podrán ser removidos,  y sólo nos esperaría la muerte eterna ‘en Adán’.  ¡Mas no fue así! Mas de 500 personas testificaron haberlo visto después de su cruel y despiadada muerte, de la cual nadie habría sobrevivido.  

El cuerpo religioso quiso deshacerse de Jesucristo,  mas el mandamiento y la voluntad de Dios fue que Él resucitara, y que en Él, todos fuéramos levantados en Vida Nueva; en efecto, al haber vencido de esta manera a la muerte, nos ha resucitado juntamente con Él, dándonos su Salvación y Justicia  para que vivamos por su Gracia, a través de la cual recibimos todo lo que creíamos que nos faltaba, todo lo que nos había sido destituido, comenzando por su Imagen- ‘su sombra’, Su Inocencia redimida, su Amor Agape, su perdón,  su paz, su habilidad, su sabiduría, su compasión,  su Salud, aun su provisión, “todo lo que nos falte para la vida y la piedad”.

 En esta verdad se encuentra nuestra  vida – y al comprenderla,  al conocer que ya hemos sido justificados,  al descubrir nuestra unión con Él, nuestra verdadera identidad y origen en el vientre de Dios, conocemos  Su Gracia – entonces no podremos evitar ‘nacer’  a la verdad de lo que somos en Él;  ese es realmente el nuevo nacimiento, esa es nuestra entrada al Reino de los Cielos – ‘justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo’.  Ya no tenemos que esperar hasta la muerte para entrar al cielo,  ya podemos comenzar a vivirlo desde aquí y descansar de nuestras obras.

Sólo de esta manera Él podía hacernos “Justicia”,  haciendo nacer Su propia Justicia en nosotros al darnos Nueva Vida junto con Él, porque siendo Dios no podía concebir una eternidad sin nosotros y se negó a ser “Dios sin nosotros” – su nombre ‘Emmanuel’,  así lo afirma.

Continúa en el siguiente:

Series Navigation<< Escogiendo la VerdadIntimidad o Fantasía >>