Vida Después de la Muerte

Vida en Abundancia

Hemos visto hasta hoy cómo Pablo expuso su tesis en favor de la Gracia como un abogado brillante lo haría delante de una corte, basado en la jurisprudencia de la fe de Abraham, quien al haber confiado en Dios, le devolvió su jurisdicción sobre la raza humana. Pablo usará los siguientes capítulos para mostrar cómo  la raza humana fue restaurada a un estado superior al original a través de Jesucristo de todo lo que le fue robado a través de Adán, todo por su Gracia.

 Por tanto, tal como el pecado entró en el mundo por medio de un hombre, y por medio del pecado la muerte, así también la muerte se extendió a todos los hombres, porque todos pecaron. Rom. 5:12

Para aquellos que creen que el pecado original fue el sexo, sepan que éste fue parte de la bendición que Dios dio al varón y a la hembra que El acababa de crear, mucho antes de que esta pareja cayera en pecado (Gen 1:27-28); tampoco lo fue la desobediencia, pues ésta fue el resultado de aquel pecado original. La Biblia nos muestra que antes de la desobediencia, sucedió la desconfianza, a través de la cual la opinión que el hombre tenía acerca de Dios fue cambiada de la de un Padre amoroso a la de un Dios mentiroso y traicionero; fue en este momento que  el hombre perdió la fe en Dios.

Era de esperarse que el hombre caería al caer su confianza en el amor de Dios, pues fuimos creados para confiar y depender de este Amor Agape; sin embargo, la confianza de Abraham le permitió a Dios entrar en la escena humana de nuevo, para que a través de la confianza en Jesucristo se deshicieran los efectos que la desconfianza de Adán trajeron sobre el hombre, comenzando por la muerte, y todas sus manifestaciones: la enfermedad, el cansancio, la debilidad, la enfermedad, el envejecimiento, el dolor del cuerpo y el del alma, en forma de tristeza, depresión, temor y otras emociones negativas que llegan a convertirse en enfermedades letales, como el cáncer o los desórdenes auto-inmunes.

No nos sorprende que el pecado siga produciendo la muerte de manera exponencial: observamos como los árboles están muriendo por diferentes plagas, las aguas y el aire que respiramos son contaminados a diario, intencional o no intencionalmente, el pecado continua haciendo caer y morir todo lo que toca, aun las cosas que Dios mismo instituyó, como el matrimonio, la familia y toda dádiva de Dios, de la misma manera que sucedió originalmente: haciendo caer la confianza en Dios – “¡conque Dios les ha dicho….”:  “¡ …. que El creo el universo!¡… ¡… que El creó al hombre varón y hembra! ¡que el sexo es solo para el matrimonio? ¡…que puedes depender de Dios! y la lista es interminable.

Al mismo tiempo, mientras la gente desconfía mas de Dios, vemos como la humanidad se hunde en mas profunda obscuridad, a pesar de las luces de su tecnología y su independencia, mientras la muerte trata de devorarla con mas fuerza.

Por otro lado, aunque la paga del pecado sea la muerte, la otra mitad de esta verdad es que la fuerza del pecado es la Ley, (2 Cor. 15:56) la cual ha venido a suplantar el verdadero Evangelio de Paz que enseña que Cristo ya cumplió TODA la Ley y la dejó clavada en la Cruz (Col. 2:14-17) para que no vivamos mas por ella, sino por la fe  (Rom. 1:17), como era el plan original.

Hemos aprendido que la esencia de la ley es el esfuerzo humano, lo cual Pablo llama “la carne”  (Gal. 3:1-10);  el humanismo, la religión, la auto-justicia, la auto-realización, el auto- desarrollo, son todos formas de la Ley, por tanto, estos efectos de la muerte se acentuarán en tu vida entre mas vivas bajo esta Ley, es decir,  entre mas te alimentes del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal y no del Pan de vida que es Jesucristo, quien habiendo cumplido la Ley, quiere vivir su vida abundante en ti.

El que ha sido redimido nunca morirá, pues la vida eterna de Cristo trasciende mas allá de esta vida, por tanto no puede contenerse en un cuerpo mortal; sin embargo, el no conocer cómo Jesús por su Gracia revirtió la obra de Adán a través de su trabajo consumado en la Cruz, nos causará vivir bajo estas manifestaciones de muerte, cuando hemos sido llamados para reinar sobre ellas; por consiguiente, nos beneficia saber que lo que Jesús hizo es mucho mayor que lo que Adán hizo, lo cual estudiaremos en los siguientes mensajes.

Shalom