La Inutilidad de la Ley

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Los primeros cuatro versos de Gálatas 5 nos mostraron la inutilidad de la Ley del Viejo Pacto;   aun si lográramos seguirla a la perfección, nos hace caer de la Gracia de Dios, haciendo a Jesucristo “irrelevante”, sin efecto,  nos roba nuestra herencia, pues por la Ley nadie heredará la promesa (Rom. 4:14; Gal. 3:18); cuesta trabajo entender por qué el religioso  insiste en vivir bajo la Ley.   

De acuerdo con Romanos 1 al 3,  no sólo el judío sino también  el gentil vivían  bajo la Ley cuando Jesús vino a vengarse contra este sistema del “Arbol del Bien y el Mal”.    ¿Mas a qué se debe que el mundo entero, aun después de 2000 años siga  bajo este árbol ya quemado?   

Aunque he hablado en muchas ocasiones al respecto, pensando en los que visiten mi sitio por primera vez, repetiré que la Ley del Viejo Pacto representa el árbol del Bien y el Mal, el cual te califica de acuerdo con lo que eres por tú propia carne,  o  lo que logres por tu propio esfuerzo,  lo que sepas,  tengas,  cómo te veas,  o de acuerdo a lo que tu consideres bueno o malo, no a lo que Dios considera vida o muerte.

De hecho, “conocimiento del bien y el mal”  fue una traducción nebulosa o “velada” de su verdadero significado, ya que la palabra “Bien” o “Bueno” se refiere a Dios, pues “solo Dios es Bueno” (ver Mar. 10:18) y la palabra “Mal”, según el griego de la Septuagésima  “poneros”, significa “lleno de labores” – el significado bíblico de “maldad”.    El Hijo de Dios, es decir –  el hombre creado como Dios – a su imagen y semejanza,  quiso hacerse “bueno” – “como Dios” por sus muchas labores, creyendo que su conocimiento de Dios puesto en práctica lo ayudaría a vivir como Él.  Irónicamente, el hombre dejó de considerar a Dios “Bueno”  al creer que Él le estaba ocultando algo  y no pudo confiar mas en Él, obteniendo como resultado su propia desnudez y una vida llena de labores y de estrés.

Los judíos entendían bien que el ser “Hijo de Dios” equivalía a “ser como Dios”, por ello rasgaban sus ropas cuando escuchaban a Jesús  decir que Él era el “Hijo de Dios”  y  por ello buscaron matarlo, porque  “se  quiso hacer como Dios”, siendo ese “el crimen” por el que lograron llevarlo a la  Cruz  (ver Juan 5:18, y 10:33).

Mas la ofensa de los judíos no les dejó ver que la misma Ley que ellos adoraban era la misma ofensa que los ofendía a ellos, pues ellos creían que obedecer la Ley los hacia  “buenos”, “como Dios”, queriendo hacer lo bueno,  buscando abundancia de vida por su propia fuerza, inteligencia e ingenio, al igual que nuestra sociedad moderna lo sigue intentando.  La ceguera de su espíritu religioso no les permitió ver que al morir Jesús, Él llevaría la muerte de ellos y de todos nosotros sobre si mismo – la muerte del hombre bajo la Ley.

¿A qué se debe que después de todo lo que Jesús hizo para ponerle fin a  ese sistema que descalifica y mata al hombre, muchos aun rechazan   la Gracia de Dios que nos califica a todos como aceptos y perfectos ante Dios,  al haber muerto en Adán y levantados “en Cristo” – como Cristo,  “Hijos de Dios”? 

Simplemente porque el verdadero Evangelio no les ha sido  revelado o dado a conocer,  por lo que su confianza está en su carne. La carne, sinónimo de “la Ley” (como Pablo nos mostró),  siempre buscará  recompensa, sea premio o castigo.    De hecho, muchos consideran lo ganado a base de mucho esfuerzo mas satisfactorio que lo que obtienen gratuitamente.

 Mas el hombre no fue diseñado a vivir lleno de labores, llenos de estrés, culpa y temor  o de castigo, resultado de vivir bajo ese árbol,    sino descansando en el Amor de un Padre amoroso. Por esta razón, tanto la falta de un padre amoroso (o madre), como el  vivir lleno de labores o de estrés son igualmente dañinos para la salud, tanto física, como mental, afectando desde las hormonas  hasta la piel, desde el corazón hasta el hígado,  desde el sistema respiratorio hasta el inmunológico.

En cuanto a la salud mental o emocional,  los efectos varían, desde  agotamiento y fatiga, a agresividad, violencia, homicidios, y muchas cosas llamadas “las obras de la carne” que veremos en esta sección, pues este sistema de demanda basado en la fuerza y habilidad propias siempre te mantendrá luchando, si no por tu supremacía, al menos por tu supervivencia, sin eliminar la posibilidad de quedar descalificado y sintiéndote “desnudo y temeroso”. Escribí mucho al respecto en mi sección del Vientre de la Gracia.  

A pesar de que el mundo testifica que la Ley cumple lo que promete – la muerte y la destrucción,   el no creyente juzga a Dios como si fuera un ser malo, inferior o aun inexistente y busca valerse por si mismo tratando de prevenir su propia aniquilación,  cuando el fin de la Ley es exactamente ese.  Mas aun cuando lográramos llegar a vivir en Marte y retrasar el envejecimiento o completamente erradicarlo con hormonas de crecimiento, nadie podrá revertir la muerte eterna de Adán, ni la maldición de la Ley por su propio ingenio.

La Buena Noticia es que Cristo ya nos ha redimido de la maldición de la Ley (ver Gal. 3:13) , y tú no tienes que vivir ya la vida de Adán, llena de estrés, de juicio  y de la maldición que él nos heredó,  pues una vida superior ya nos ha sido heredada por  Cristo y en Cristo, bajo su Gracia,  bajo Su Espíritu.  La próxima semana  aprenderemos acerca de ella.

Shalom y Gracia en Abundancia

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