Creer o no Creer

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Habiendo conocido que  hemos muerto a la Ley por medio del cuerpo de Cristo y con ello liberados de la misma al haber sido unidos a aquel   que resucitó de entre los muertos, para poder servir en la renovación del Espíritu y no en lo antiguo de la letra  (ver. Rom. 7:5-6),  solo nos queda creerlo o no creerlo.

Sea cual sea lo que tú decidas creer amado lector,   tus creencias darán fruto, sea fruto de vida para Dios,  o fruto para muerte;  sin embargo, aunque por los frutos seremos conocidos,  es importante que en el caminar diario no vivamos inspeccionando  los frutos, especialmente  en los demás, pues  “Ya no juzgamos a nadie por la carne” (2 Cor. 5:16).

Los frutos son para disfrutarse, lo cual sólo podremos hacer cuando caigan del árbol.   Mientras no caen, dejemos que el que da el crecimiento – el Espíritu Santo, los haga brotar y madurar  y disfrutemos el proceso simplemente entrando en ese descanso, en donde viviremos protegidos en el vientre de Su Gracia.

Mi exhortación final es la siguiente: no caigamos en el error de confundir  la Buena Dádiva de Dios, la cual cae sobre justos e injustos, con el  fruto por el que seremos conocidos;  quiero decir,  no permitas que cosas como el estar muy “bendecido” financieramente, o el éxito o calidad de tu vida, carrera o ministerio, o el número de almas que se añadan a tu iglesia, o el número de libros que vendas, o tu posición de liderazgo en tu congregación, o tus  dones físicos o espirituales,  los milagros  o los sueños recibidos de Dios, o  tu  largura de vida  o aun tu juventud renovada, sean la  voz que te diga lo acepto o amado  que eres por Dios,  o por el contrario, la voz que te descalifique,  si carecieras de lo que anhelas, o experimentaras alguna pérdida.

No existe duda alguna que la lista anterior nos pueda ser añadida por Gracia, a través de   la revelación personal del Amor  de Dios y de quienes somos en Cristo, pues  si Dios nos dio a su Hijo Jesús, cuanto mas nos dará junto con Él todas las cosas (ver Rom 8:32); de hecho,  Él ya nos ha dado todas las cosas para que vivamos esta vida bajo su sonrisa ( ver 2 Pe. 1:3);   mas Jesús  NO dijo “por mis buenas dádivas o dones los conocerás”,  Él dijo:  “Por sus frutos los conocerás”.

El medir a la gente   “conforme a la carne” (como lo explique en mensajes anteriores),   nos conducirá al error de los Saduceos – la clase alta del sacerdocio levítico, quienes basados en su riqueza material, en la prosperidad de su vida, en su linaje, o su posición sacerdotal, etc., se sentían superiores y  libres de la maldición de Deut. 28 que incluye gran pobreza y enfermedad y todo tipo de dolores y tragedias.

Por tal razón, ellos reprobaban y oprimían  al mismo pueblo bajo su representación, y que ellos mismos habían empobrecido, descalificándolos del Reino (ver Mat. 23:13-28); por esta razón, cuando vieron que Jesús frecuentaba a éstos oprimidos,  lo vieron como  una amenaza  contra su   “administración de Dios” y movieron su gran influencia para quitarlo de su camino.

Hoy el juicio con el que nos juzgamos y juzgamos a los demás es a través del juicio que Jesús llevó en su cuerpo, aquel que ya “Consumado Fue” y por el cual hizo volver al primer Adán al polvo, levantando  al “Nuevo Adan”- Jesucristo, quien nos ha sentado junto con Él en las alturas, unidos para siempre al Padre; por ésto que Jesús hizo,  Dios puso a toda la humanidad “en Cristo”, lo cual somos  “aceptos en el Amado”,  y  de valor excedentemente preciado; ésta es la única verdad acerca de los hombres y la única voz que debes escuchar acerca de ti.

Creer esta verdad dará el fruto al que Jesús se refería, el fruto  que su Espíritu producirá en ti,    una persona cada día mas sana, mas libre, mas feliz, más a  semejanza de Cristo,  viviendo su Vida  “Zoe”  – abundante y eterna,   la cual fluirá de ti sin poder evitarlo y sin tener que esforzarte por  imitarla.

Y aunque es inevitable que en el mundo tengamos aflicción, puedo decirte con certeza que su promesa “confía, yo he vencido al mundo”, tarde o temprano será manifiesta.   Después de todo, bajo la Ley la aflicción se llama “maldición” y bajo ella todo es fruto para muerte.

Al cielo y a la tierra pongo hoy como testigos contra ustedes de que he puesto ante ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida para que vivas, tú y tu descendencia, 20 amando al Señor tu Dios, escuchando Su voz y allegándote a El; porque eso es tu vida y la largura de tus días, para que habites en la tierra que el Señor juró dar a tus padres Abraham, Isaac y Jacob.  Deut. 30:19

Así es amado(a),  en esta serie he puesto delante de ti la vida y la muerte para que no  dudes en escoger la  Vida que existe  en la Palabra  del Nuevo Pacto.   Hoy el cielo ya nos ha sido abierto y está a nuestro favor y no en nuestra contra, gracias a que Jesús nos “allegó a Dios” a través de su muerte y resurrección;   en  Él sólo hay bendición y no mas maldición;  Él es nuestra vida y la largura de nuestros días porque su vida es eterna.

Cuando tú conoces quien es Jesús, cuando logras entender Su Gran Amor por ti revelado en su Evangelio de Gracia y vives contemplando tal belleza,  no podrás evitar  amar a Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas, y a los demás como a ti mismo, no es  un mandamiento, es una promesa y ésto será  el primero de muchos frutos.

Solo a través de este tipo de “conocimiento de Dios”  podrás reconocer la verdadera voz de Dios y la diferencia entre la Cura de Pablo  y la quimioterapia espiritual que es la Ley.

Sólo creyendo esta hermosa verdad podremos   habitar en  esa Tierra  Prometida llamada “Su descanso” – una tierra abundantemente fructífera, con “olor de vida para vida eterna”  (2 Cor. 2:15-16).

Shalom

 

 

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