Aceite de Alabastro

Hay fiesta por uno que se arrepiente.

Parábla de la Moneda Perdida

Y nosotros hemos conocido y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que vive en amor, vive en Dios, y Dios en él. En esto es perfecto el amor con nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo.  1 Juan 4:16-17

Si me has acompañado en el tema del arrepentimiento, espero que tu parecer acerca del mismo haya cambiado, y que te sientas liberado(a) y totalmente seguro(a) de tu salvación.

Alguna gente cree que si nos arrepentimos y obedecemos a Dios, Él nos da su Gracia, más la Biblia nos muestra lo contrario.  Primero venimos a Dios al creer en Jesús y su trabajo consumado en la Cruz;  Su benignidad y su Gracia nos llevan al arrepentimiento (Rom. 2:4); con un corazón nuevo y lleno de su amor podemos amarle a Él y a los demás y los frutos del arrepentimiento tarde o temprano se dejarán ver.   Esta es la obediencia de la fe, no de la ley, bajo la cual fallábamos sin esforzarnos.

¿Podemos, entonces, jactarnos de haber hecho algo para que Dios nos acepte? No, porque nuestra libertad de culpa y cargo no se basa en la obediencia a la ley. Está basada en la fe.  Rom. 3:27

Zaqueo y la mujer samaritana no fueron los únicos que se arrepintieron después de recibir la Gracia de Jesús.  El Nuevo Testamento solo menciona algunos de ellos, como  aquella mujer considerada “pecadora”,  quizá la misma que fue descubierta en adulterio en Juan 8:1-11,  a quien Jesús dejó ir sin condenación; la encontramos  después en la casa de Simón el fariseo, ungiendo a Jesús con fino aceite de alabastro, como un acto profético de su muerte y sepultura.    (Lucas 7:36-50);

En contraste, veamos lo que Jesús le dijo a este fariseo, quien pensaba:

“Este, si fuera profeta, conocería quién y cuál es la mujer que le toca, que es pecadora.”

Aceite de Alabastro

La mujer pecadora ungiendo a Jesús y secándo sus lágrimas con su cabello

(7:39)

—Mira a esta mujer que está arrodillada aquí. Cuando entré en tu casa, no me ofreciste agua para lavarme el polvo de los pies, pero ella los lavó con sus lágrimas y los secó con sus cabellos.  Tú no me saludaste con un beso, pero ella, desde el momento en que entré, no ha dejado de besarme los pies.  Tú no tuviste la cortesía de ungir mi cabeza con aceite de oliva, pero ella ha ungido mis pies con un perfume exquisito. »Te digo que sus pecados —que son muchos— han sido perdonados, por eso ella me demostró tanto amor; pero una persona a quien se le perdona poco, demuestra poco amor. (7:47)

Existe otra mujer de quien Jesús pidió que se honrara su memoria cada vez que se predicara el evangelio por haber hecho algo similar (Mat. 26:6-13; Marcos 14:1-11; Jn. 12:1-10), María de Betania, la hermana de Lázaro, quien se sentaba a los pies de Jesús,  en casa de otro Simón, el leproso.  Ella al parecer lo amaba mucho, quizá porque Dios le perdonó mucho, como Jesús lo dijo al fariseo.

A sus pies para siempre

María Magdalena y Jesús Resucitado

María Magdalena, de quien Jesús echó 7 demonios, (Lucas 8:2), después la encontraremos a los pies de la cruz, (Jn 19:25) la vemos siguiéndolo de lejos hasta la sepultura (Lucas 23:55), la vemos en la tumba al día siguiente, queriendo ser la primera en ungirlo (Juan 20:1-2); la vemos llorando junto a su tumba al no encontrar el cuerpo de su Señor (Juan 20:11) lo cual le dio el privilegio de ser la primera en  hablar  con Jesucristo, el Jesús resucitado y de llevar la noticia a los demás  (Jn 20:11-18).

Sea la misma, o 3 diferentes, esta mujer o  mujeres cambiaron su parecer de aquello que las hacía hacer lo que hacían antes,  para hacer lo que hicieron por Jesús cuando su  Gracia  las tocó.  Nadie las exhortó al arrepentimiento,  este vino como un fruto del gran  amor que recibieron.

Jesús nos dio otra ilustración de arrepentimiento en Lucas 15:8-10,  la de la mujer que voltea

Buscando nuestra imagen

La moneda perdida

la casa para encontrar una  moneda perdida y cuando la encuentra hace una fiesta.   La moneda representaba su “imagen”.

Cuando Jesús nos encuentra, somos hechos nuevas criaturas a su imagen.  El arrepentimiento surge de esa nueva imagen que encontramos en Cristo.

Muchos cristianos que aún viven su vida anterior no conocen su nueva imagen, no saben que están  cubiertos de oro – la rectitud de Cristo, no saben que fueron hechos  Reyes y Sacerdotes, vestidos con  ropas de lino fino, blanco y resplandeciente.  Muchos viven perdidos en el mundo cambiando su herencia por monedas falsas, a cambio de un poco de aceptación  y amor, mas Jesús encontró la moneda perdida por nosotros con su amor y aceptación.

Cuando nuestro corazón entiende nuestra nueva imagen,  sin esfuerzo y aun sin estar conscientes de ello cambiamos de parecer.

Shalom