Vino de Inmoralidad

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Continuando con nuestro tema, Babilonia La Grande,  durante mi introducción anterior ofrecí un resumen del origen de esta ciudad,  de su auge y su caída.  Humanamente hablando, esta ciudad merece el elogio de todas las naciones, sin embargo,  la perspectiva de Dios en este capítulo parece ser de juicio  y reprobación y no de elogio; veámoslo enseguida:

Con ella los reyes de la tierra cometieron actos inmorales, y los moradores de la tierra fueron embriagados con el vino de su inmoralidad.  Ap. 17:2

¿A qué se debe tal reproche?  ¿Cuál fue la inmoralidad de Babilonia?    Veamos los antecedentes de esta simbología para entender su significado.

En ocasiones pasadas te he mostrado como la Biblia usa alegorías “sexuales” para representar las creencias de los hombres; de aquí la aplicación de la palabra “tame”  (Strongs h2930) , que significa “ser o volverse sucio o impuro”, tanto para connotaciones sexuales, como religiosas; asímismo, encontramos la  palabra “chalal”  (H2470 y 2490), que significa “profanar”,  “contaminar”, “desecrar”, “deshonrar”,  “tratar como común”,  “violar”, sea a una persona, un templo, un ritual o un convenio (ejemplos de ambas en Lev. 18-21); de manera que adorar otros dioses era considerado tan  inmoral como  la inmoralidad sexual; interesantemente, por lo general, lo primero resultaba en esta última.

Asimismo, en las escrituras, la mujer llega a tipificar un grupo de creyentes; si los creyentes creían en  El Señor ,  Él los llama “su Novia” o “Su Esposa”.  De lo anterior, cuando Israel ofrecía el sacrificio establecido por Dios,  el Señor los consideraba “fieles”,  independientemente de su comportamiento o conducta; por el contrario, cuando Israel adoraba otros dioses, El Señor lo consideraba  “infidelidad”,  “inmoralidad”, “adulterio” o “fornicación”.  (Jer. 3:9, 5:7, 7:9; Ez. 16:25-29; Ez. 23:17 y 37; Hos. 4:12; etc.)

Lamentablemente, al leer el Libro de los Reyes, de las Crónicas, o de los Profetas,  nos damos cuenta que ésto sucedió repetidamente, de manera que Dios llegó a llamar a Israel “Ramera”, y esta fue su continua rebelión (Salmo 106).

En aquel tiempo, el pueblo demandó reyes que los representaran; por tanto, si el rey era “fiel”,  el Pueblo experimentaba la paz a su alrededor,  más si el rey adoraba otros dioses,  causaba que el pueblo “fornicara”,    violando tanto la Ley de Dios, como el Pacto que hicieron con Dios, además de que se contaminaban. Lo más grave de todo era que,  al dejar de ofrecer el sacrificio, dejaban de tener la cobertura de la sangre del holocausto,  la cual representaba al sacrificio de Jesús;  entonces Dios los “entregaba” a sus enemigos, cuando debido a su continua rebeldía y rechazo de Su Gracia   y de la Sangre de Su Hijo, eran devorados por el diablo.

Israel llegó a ser tan infiel, que se divorciaron de Dios, al grado que cuando el Mesías esperado llegó,  no lo reconocieron ni lo recibieron.

Vino a los de su propio pueblo, y hasta ellos lo rechazaron;  pero a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios. Ellos nacen de nuevo, no mediante un nacimiento físico como resultado de la pasión o de la iniciativa humana, sino por medio de un nacimiento que proviene de Dios. (Juan 1:11-13 NTV)

Es este verso, debido  a la manera en que éste se tradujo de su versión tradicional a muchas otras, muchos llegamos a creer que el ser hijos de Dios dependía de nosotros, de nuestra decisión por creer; o que sólamente los creyentes eran los hijos de Dios; o que los no creyentes eran hijos del diablo.   Permíteme aclarar lo anterior.

Aunque hemos descubierto que  toda la humanidad es hija de Dios, a menos que despertemos a nuestro verdadero génesis,  viviremos como huérfanos, olvidados, sin poder experimentar la Vida de Dios, engañados por nuestros sentidos;  a este despertar es a lo que Jesús se refiere como ‘creer’,  para lo cual nació, para mostrarnos al Padre y así ‘recordarnos’ (del hebreo mnēmeion, que también significa ‘tumba’) quienes somos y podamos experimentar este ‘Nuevo Nacimiento’, pues sin esta “memoria” solo podremos experimentar la vida a nivel terrenal como en la tumba, una vida que apesta,  una vida a ciegas, sin conocer las realidades celestiales de nuestra verdadera identidad de HIjos; podremos tratar de creer, mas no necesariamente creeremos; podremos tratar de cambiar, mas no necesariamente lo haremos,  pues creer no es un acto de la fuerza de voluntad,  sino de la revelación de la verdad.

Así lo explicó Jesús mismo en Juan 14, en el cual le habla supuestamente a los ‘creyentes´ que eran sus discípulos; sin embargo, durante el capítulo entero nos damos cuenta que ellos realmente aun no habían creído, pues Jesús los estaba invitando a creer (v. 1); aunque ellos lo seguían, ellos no entendían aun quien era Él, pues el Espíritu Santo no les había ‘recordado’ o no habían abierto sus ojos a la verdad – no habían salido de la tumba.  En este capítulo Jesús les habla  de quien es:  “Si me han visto, han visto al Padre” – “Créanme que yo soy en el Padre, y el Padre en mí” (v.11),  y también les insinúa lo que estaba por hacer, lo cual hoy ¡Consumado Es!  A lo largo del capitulo vemos que no solamente Tomás era incrédulo,  (v. 5),  también Felipe,  (9),  y en el versículo 20 les define lo que significa creer:    “En aquel día ustedes conocerán que yo soy en mi Padre, y ustedes en mí, y yo en ustedes”.

Éste es el Nuevo nacimiento que nos hará salir de la tumba  y nacer a la vida de nuestro diseño,  y así podremos contemplarle en nosotros,  como en un espejo (2 Cor. 3:18),  sin esa imagen distorsionada que teníamos acerca de Él, de nosotros mismos, y por consiguiente, de los demás.   “Aquellos en las tumbas oirán su voz” (Juan 5:28).  Esta revelación será la que nos de la ‘autoridad’  de ser ‘hechos’ hijos de Dios;  no que no lo hubieramos sido antes, sino que no podíamos ‘recordarlo’….  Por cierto,  la palabra autoridad se tradujo del griego exousia, el cual se compone de ‘ek’ – origen o fuente y ‘eimi’ – “Yo Soy”.    Esta es la autoridad:  que sepamos que nuestro origen y fuente es el “Yo Soy” –  entonces sabremos quienes somos  y ¡esta verdad nos hará libres! Por tanto, los que son hijos de Dios son aquellos que han descubierto su origen e identidad:

¡Éstos son los que descubren su origen en Dios más allá de su concepción natural! No se trata de nuestro linaje de sangre o si éramos hijos deseados o no deseados; se trata que Dios nos dio vida. Somos su sueño de amor hecho realidad y no la invención de nuestros padres. ¡En realidad tú eres la más grande idea que Dios ha tenido jamás!)  Juan 1:13

¡Nadie puede asumir la perspectiva celestial, a menos que se dé cuen­ta de su origen celestial! ¡El hijo del hombre declara el mismo origen de arriba para la humanidad! Juan 3:13, El Espejo de la Palabra, Francois Du Toit.

Somos La Novia,  Jesús es el Novio, nuestro Rey; de aquí la seguridad de nuestra Paz,  seguridad que no se encuentra en nuestra habilidad de ser fieles, sino en su propia fidelidad (Heb. 10:23), al habernos Él entrelazado en Dios, en unión amachimbrada… y al habernos rescatado a precio de su propia Sangre, que El ofreció gozosamente por toda la humanidad;  su Sangre nos ha limpiado de toda impureza y de toda inmoralidad, al haber puesto nuestra propia muerte y  distorsión o deformidad (conocida como pecado), a morir en su propio cuerpo, por su infinita Gracia – eso es lo que celebramos al celebrar la copa de su Pacto.  

 Por el contrario, cuando estamos confundidos de quienes somos,  solamente trataremos de ‘Ser alguien’  porque sentiremos que somos un ‘don nadie’.   Esta confusión nos hará querer ascender, mejorar, luchar por escalar la pirámide babilónica que el mundo ofrece, adquiriendo una identidad falsa que nos impedirá participar de Su Copa – Nuestro Vino Nuevo,  y no podremos vivir la efervescencia de su Amor Intoxicante; por el contrario,  beberemos de otro tipo de vino, el vino de la “inmoralidad”   de la mujer ramera.

Así es amado(a),  en lo espiritual,  bebemos y comemos al creer.    Quizá de aquí surgió el dicho mexicano “no me lo trago”  cuando no creemos algo.

Fue por ello que cuando los Fariseos juzgaron a los discípulos de Jesús por no lavarse las manos antes de comer Pan,   Jesús  les dijo que no era lo que entra por la boca lo que nos contamina, sino lo que sale de ella,  refiriéndose a lo que creemos de corazón:

¿No entienden que todo lo que entra en la boca va al estómago y luego se elimina] Pero lo que sale de la boca proviene del corazón, y eso es lo que contamina al hombre.  Porque del corazón provienen malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios y calumnias.  Estas cosas son las que contaminan al hombre; pero comer sin lavarse las manos no contamina al hombre.  Mat. 15:17-20

Jesús estaba hablando de lo que los fariseos creían: en su habilidad de purificarse a sí mismos y de agradar a Dios  a través  de las obras de la Ley, con lo cual se engañaban a sí mismos, pues Israel  ya había demostrado que no podía guardar la Ley. Ellos nunca entendieron que La Ley no fue dada para guardarse, sino para ver como el pecado en nosotros es fortalecido (1 Cor. 15:54-56, Rom. 7), y dejáramos de intentar salvarnos a nosotros mismos por las obras de la Ley,  que es el significado de “caerse de la Gracia” (Gal. 5:4), produciendo   la inmoralidad de  Gal. 5:19-22.  En esta misma epístola  notarás los términos “La Ley”  y “La carne”  usados intercambiablemente (capítulos 3 al 5), pues la esencia de la Ley es el esfuerzo humano, el cual Dios nunca aceptó como parte del plan de salvación.

Fue por lo anterior que Jesús llamó a los maestros de la Ley: “tumbas emblanquecidas”,  porque ellos creían en si mismos y  no en Jesús, el único que puede justificarnos ante Dios y darnos la Vida.

Del Capítulo 17 de Apocalipsis, en la versión El Espejo, leamos lo siguiente:

Nuevamente, lo superficial – la belleza de las creencias y el esplendor aparente, no pueden ocultar su verdadero carácter inmundo, como los sepulcros blanqueados a los que Jesús comparó el sistema religioso. “¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos hipócritas, que limpian por fuera la copa y el plato, mientras por dentro siguen sucios con el producto de su propia rapacidad y codicia! NBLH… son como sepulcros hermosamente decorados por fuera, tratando desesperadamente de esconder el 2hedor de los cuerpos en descomposición que encierran!” Mat 23:25 y 27.

La Ramera representa la copa  de la alianza falsificando la copa del Señor.

Solo en la Creencia de Dios depositada en Cristo – la fe de Dios, encontraremos la verdadera pureza y Vida Eterna;  cualquier otra creencia contraria al Evangelio, como la escritura nos ha  mostrado, y como lo dijo Pablo en Gal. 1:8,  nos “profanará”,  nos hará inmundos e inmorales,  y nos hará alimento del diablo,  este es precisamente el significado de “anatema”.

Gracia y Paz en Abundancia

Rev. Mar, 2020