Unidos a Su Causa

good samaritan

Antes de que lleguemos al final de este estudio, quiero decirte que desde el comienzo de este blog, ardía en mi corazón el poder compartirte que Dios te quiere próspero,  más de alguna manera el orden que el Espíritu Santo me marcó, me muestra que era necesario establecerte bien en Su Gracia, pues al hacerlo automáticamente te posicionas para recibir todo lo que te fue dado en la Cruz,  incluyendo tu prosperidad.

Mas pueda suceder que después de haber escudriñado la Palabra del Nuevo Pacto acerca de nuestras finanzas te surjan dudas, pues quizá eres muy próspero y siempre pensaste que se debe a que siempre has dado al necesitado,  o porque has trabajado arduamente por ello y te lo mereces.

En cuanto a la paga por tu trabajo arduo, sabemos que es don de Dios (Ec. 5:20), por tanto, es por su Gracia, pues si miras a tu alrededor, muchos trabajan arduamente y no son prósperos.    En cuanto a ser próspero por darle al necesitado,  encontremos apoyo en la Escritura para librarnos de toda forma de  auto-justificación, que fue la causa de la tribulación de Job.

Prov. 19:17 nos dice que el que tiene misericordia del pobre le presta a Dios.  Recordemos  que bajo el Viejo Pacto, el sistema para obtener la bendición era el obedecer la ley: “Hacer para merecer”; no obstante, la bendición no les venía por lo que hacían, pues al romper la ley en uno de sus puntos, caían en la maldición; (Deut. 28:15; Santiago 2:10): por tanto, la bendición les venía por el  sacrificio que el Sumo Sacerdote ofrecía, y cuando dejaban de ofrecerlo, que era el caso cuando adoraban otros dioses,  la maldición caía sobre ellos y eran entregados a sus enemigos.

En este Proverbio leemos que el pobre “le presta  a Dios”, lo cual me parece singular, pues en aquel tiempo el ser humano tenía  una cuenta con Dios que nadie podía pagar,  similar a la deuda que algunos tienen con sus tarjetas de crédito, que son tan grandes que ni siquiera los intereses  pueden pagar, por tanto, la gente que servía a Dios y ofrecía ofrendas solo acreditaba a su cuenta, al igual que  con un préstamo hipotecario.

Por lo anterior, busquemos claridad en el idioma original:   La palabra usada para “prestar” es el hebreo “lavah”, cuyo significado  secundario es “prestar o pedir prestado”;  sin embargo, su primer significado es “unirse a algo o a alguien por una causa”.   Si consideramos que el corazón de Dios siempre es el de dar,  al darle al pobre nos estamos uniendo a Dios en su causa,  como sus “socios”.

Mas creamos que la interpretación correcta de esta palabra sea la de “prestarle a Dios”.   En tal caso,  aquellos que le prestaban a Dios abonaban a su cuenta y aun salían debiéndole a Dios, por tanto, si ésta fuera nuestra intención para  dar,  comparado con lo que nos fue dado,  solo estaríamos dando de lo que Dios nos dio.

Tenemos un caso en el Nuevo Testamento de un hombre que le “prestaba a Dios”: peter-cornelius-the-bibleCornelio.  En Hechos 10 podrás darte cuenta que era un centurión romano que daba “limosnas”  al pueblo judío y temía al Dios de ellos y oraba a El continuamente, lo cual no era “normal”, pues  los romanos tenían sus propios dioses durante aquel tiempo; sin embargo, sus ofrendas y oraciones subieron a Dios como “un memorial”  (v.4).    Dios siempre ha bendecido a aquel que bendice a su pueblo de Israel (Gen 12:3) y si Él lo prometió,  es verdad.  Sin embargo, al leer el capítulo entero te darás cuenta que Cornelio a pesar de su caridad y buen corazón no había recibido su salvación.

Fue necesario que Dios  enviara un ángel a Cornelio para decirle que mandara traer a un predicador  “evangelista”, Pedro (pues en ese tiempo no existían las denominaciones)  para que le predicara el Evangelio de Gracia de Nuestro Señor Jesucristo,  para que  al creer en este evangelio que habla de la Rectitud de Cristo (Rom. 1:17) y no del hombre, Cornelio pudiera ser salvo “oficialmente” y de esta manera Dios pudiera pagar la deuda que este centurión tenía en la cuenta de la justicia de Dios.  Tanto creyó Cornelio, que lo vemos bautizándose junto con todos los de su casa, quienes se convirtieron de su religión a Cristo, El Dios Vivo,  y aun recibieron el bautizmo del Espíritu Santo, ¡todo y todos en un día¡ ¡mira de qué manera lo bendijo Dios por haber bendecido a su Pueblo de Israel y por invocar su presencia!

Mas era necesario que Cornelio escuchara  de “que por Su nombre, todo el que cree en El (en Jesucristo) recibe el perdón de los pecados.” (He.10:41) para que pudiera ser salvo, lo cual nos prueba que la bendición no nos viene por el hacer, o el dar, sino por el creer la palabra de Cristo, lo cual es la obediencia del Nuevo Testamento. (Rom. 1:5; 16:26) En resumen,   Cornelio fue salvo no porque hacia caridad,  u oraba a Dios, sino porque creyó el Evangelio.  Su corazón buscaba al Dios de los Judíos, y le gritaba “encuéntrame” y Dios  le envió un ángel para que pudiera ser encontrado.  ¡Qué hombre tan especial!

Este capítulo nos muestra que lo que hagamos por otros será ante Dios como  un “memorial”;   esto significa que al dar a otros estamos  reconociendo ante Dios  y testificando ante los demás que lo que tenemos vino de Dios y nos volvemos sus brazos al unirnos a su causa de bendecir a otros.

De la misma manera el Buen Dios te dio  la Gracia de que conozcas Su Gracia, pues solo por Gracia podemos entender la Gracia.   Él te envió a alguien para que escucharas Su Evangelio y te abrió los ojos para que vieras tu necesidad de un salvador y pudieras ser salvo(a). ¡Que bendición!

Aun podrás preguntarte:   El mismo Jesús nos dijo,  que lo que hagamos con uno de sus más pequeños,  lo hacemos a Él.

Regresa la próxima semana para que leamos  esa escritura juntos.

Shalom