El Misterio de la Gracia

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Gracias por regresar a este estudio en el cual comencé a usar la analogía de un “vientre materno”, cuyo “fruto” será de acuerdo con las creencias que adoptemos,   sea el fruto de una vida Abundante,  protegida en la seguridad del Evangelio de Gracia,  o  el de una vida que muere lentamente en la inseguridad e inestabilidad de “evangelios diferentes“; mas que mejor manera de estudiar este tema, que dejando que su autor,  el Apóstol Pablo – el Apóstol de la Gracia, nos lo muestre.

Como antecedente, durante la vida  de Jesús, Israel era el único pueblo que creía en un solo Dios,  el Dios YHVH,  el Dios de Abraham, Isaac y Jacobo (llamado después “Israel”, Gen. 35:10,  ver también Ex. 3:6; Mat. 22:32; He.3:13); todas las naciones a su alrededor, llamadas “gentiles” porque no conocían al Dios de Israel,  eran de creencias de raíz “babilónica”, cuyas prácticas politeistas se habían extendido por el mundo de aquel entonces,  diversificadas de acuerdo a la “imaginación” de cada cultura (romana,  griega, azteca, etc).

Sin embargo,  aunque Dios escogió a Israel para darse a conocer ante toda  la humanidad, por ser Israel el mas pequeño de los Pueblos (Deut. 7:7),    ellos se sintieron superiores, basando su grandeza en su “carne“, esto es,   en su linaje y sus prácticas de la Ley,  lo cual  les impidió mirar a través del lente con el que Dios miraba a su amada humanidad caída,  el Lente de la Gracia, cuyo plan abarcaba a la humanidad entera,

  pues de tal manera amo Dios al mundo que nos dio a su Hijo Jesús para que todo aquel que en el crea no se pierda  mas tenga vida eterna a través de El.    Juan 3:16

Trágicamente para los judíos y felizmente para los gentiles,

A lo suyo vino, y los suyos no Lo recibieron. Pero a todos los que Lo recibieron  les dio el derecho (el poder) de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en Su nombre, que no nacieron de sangre, ni de la voluntad de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino de Dios. Juan 1:11-13

Sin embargo, cegados por su mente religiosa,  los líderes fariseos –  eruditos de la Ley de Moisés, temerosos de perder su “trabajo”, lo defendieron como verdaderos capos.   Uno de estos líderes religiosos era Saulo,  un israelita  nacido en Tarso de Cilicia, hoy Turquía (He. 22:3; Fil. 3:5).

Saulo era un hombre fiel a sus creencias; hijo de fariseos  (Hechos 23:6),  hecho fariseo en la escuela de “Gamaliel” (Hechos 22:3), otro fariseo altamente respetable por todos en Jerusalém (Hechos 5:33); que en sus propias palabras, “tenia su confianza en su carne

Si algún otro cree tener motivo para confiar en la carne, yo mucho más:  circuncidado a los ocho días de nacer, del linaje de Israel, de la tribu de Benjamín, Hebreo de Hebreos; en cuanto a la Ley, Fariseo;  en cuanto al celo, perseguidor de la iglesia; en cuanto a la justicia de la Ley, hallado irreprensible.  Fil. 3:3-6

Lamentablemente,  su celo religioso  lo convirtió en un “terrorista”,  alguien que en el nombre de Dios,   también con sus mismas palabras: “desmedidamente perseguía a la iglesia de Dios y trataba de destruirla”  (Gal. 1:13-14).

Interesantemente, el nombre Saulo (Saul, en el hebreo)  significa “deseado”; Jesucristo mismo “lo deseó” y personalmente  lo  encontró en su  camino  de destrucción hacia Damasco, donde corrigió su “herejía“,  no con golpes ni regaños, sino revelándose  ante él en toda su Gracia  (Hechos 9); no solo le cambió su nombre a  Pablo, que significa “pequeño”, sino que también le cambio su pasión:

Pero levántate y ponte en pie; porque te he aparecido con el fin de designarte como ministro y testigo, no sólo de las cosas que has visto, sino también de aquéllas en que Me apareceré a ti.  Te rescataré del pueblo Judío y de los Gentiles, a los cuales Yo te envío, para que les abras sus ojos a fin de que se conviertan de las tinieblas a la luz, y del dominio de Satanás a Dios, para que reciban, por la fe en Mí, el perdón de pecados y herencia entre los que han sido santificados.’  Hechos 26:16-18  (ver también Hechos 9:15, 13:46-47 y 22:21 y 26:16-18; Rom. 15:16 y Ef. 3:1).

Nota que ambos grupos estaban descalificados pues:

  • la carne no eran necesariamente las prácticas babilónicas de los gentiles, sino la religiosidad de los fariseos.
  • a las creencias de los gentiles, Cristo las llamó “tinieblas y dominio de Satanás”.

Mas nota el Amor de Dios para ambos grupos,  y sin discriminar a ninguno,  nos envió a su “pequeño” a traernos a la Luz, para darnos no solo perdón, sino ¡una herencia! por la Fé en Jesucristo.

Aunque los otros 11 apóstoles caminaron con Jesús,   aun después de su resurrección,  no tuvieron el privilegio que Pablo tuvo de recibir tal revelación de lo que es La Gracia de Dios y lo que ésta significaría para el mundo entero,  aun después de haber sido bautizados con el Espíritu Santo.

Por otro lado, aunque Pablo nunca caminó con Jesús,  ni estuvo con ellos en el Aposento Alto el Día de Pentecostés (Hechos 2),  él fue el único apóstol que recibió la revelación completa del Evangelio de Gracia directamente  de Jesucristo – el Jesús resucitado y el primero que entendió en que consistía “el misterio de Dios” (Ef. 3:1-12), al cual  Pablo  llamó: “Mi Evangelio”  (Rom. 16:25; 1 Cor. 3:10; 1 Co. 15:10; Ef. 3:2 y 7,  etc.)

No fue hasta  que el Espíritu Santo cayó sobre  los gentiles  en casa del Centurión,  y hasta que conocieron a Pablo y vieron lo que Dios estaba haciendo a través de él entre las naciones gentiles, cuando los otros apóstoles comenzaron a entender en que consistía  la Gracia de Dios (Hechos 11),  incluyendo a Pedro mismo, quien no comprendió de inmediato de que se trataba este “misterio de Dios” (Hechos 10 y 11;  2 Pedro 3:14-16);  mas cuando logró  entender que  la Gracia de Dios nos es multiplicada tan solo por el conocimiento (experiencial) de Dios y de Jesús nuestro Señor   (2 Pe. 1:2), al igual que Pablo, vivió y murió por  darlo a conocer (1 Pe. 1:2; 4:10; 5:10 y 12).

Por todo lo anterior, a menos que tu seas judío para entender claramente las enseñanzas de los otros 11 apóstoles,  enviados a “rescatar” judíos del judaísmo, si lo único que hicieras por el resto de tu vida fuera leer las epístolas de Pablo, tu vida sería edificada y resguardada  en “el Vientre de la Gracia“, sin las complejidades y herejías de lo que hoy se conoce como “cristianismo”, el cual es una dosis del Nuevo  Pacto, diluida con muchas dosis del Viejo, mezcla explosiva de “evangelios diferentes” que  está “reventando muchos odres”  y “desgarrando muchos trapos” (Mat. 2:22)

La próxima semana, con ayuda del Apóstol Pablo, te lo mostraré.

Shalom.

 

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