Protección para los Ultimos Tiempos.

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El que habita al amparo del Altísimo Morará a la sombra del Omnipotente.
Diré yo al Señor: “Refugio mío y fortaleza mía, Mi Dios, en quien confío”

Salmo 91:1-2

No fuimos nosotros quienes trajimos a nuestro Padre Dios a vivir a nuestra casa,  fue Jesús quien nos trasladó  en sus hombros a vivir a la suya, donde ahora estamos permanentemente sentados, en total descanso junto con Cristo a la diestra de Su Padre, nuestro Padre. (Ef. 1:3)  Ahí habitamos en el Lugar Secreto, en Cristo,  bajo el Amparo del Altísimo, morando bajo la sombra del Omnipotente, guardados en Su nombre Abba.

Jesús pagó el precio para que podamos estar en esa presencia constante y permanente.  El que recuerdes ésto te animará a invocar su presencia en cualquier momento con tu boca: “Diré yo”.    Bajo el Nuevo Pacto,  “creo, por tanto hablo

Pero teniendo el mismo espíritu de fe, según lo que está escrito: “Creí, por tanto hable,” nosotros también creemos, por lo cual también hablamos,  1 Cor 4:13

Dios creó el Universo con La Palabra,  y esta Palabra finalmente se hizo Hombre.  Jesús es la Palabra hecha carne (Juan 1:1)

Todas las cosas fueron hechas por medio de Él, y sin El nada de lo que ha sido hecho, fue hecho. Juan 1:3

Cuando Él creó  el Universo, no dijo lo que vio: “Ay, que Caos”, “Que obscuro está”,  “Que trabajo”,  sino que  Él dijo: “Hágase la Luz”,   “Sepárense las aguas”,  “Hagamos al hombre”.

Jesucristo vive en nosotros a través de Su Espíritu y continua enviando su Palabra a través de nuestra boca para que haga lo que Él le envíe a hacer (Is. 55:11).  De esta manera Él nos libra de nuestras destrucciones (Salmo 107:9) y de las de otros.

Tu boca deberá declarar  constantemente lo que Dios es para ti, lo que esperas de Él. Si quieres su protección estas son unas de las muchas palabras a declarar: “Mi Amparo, Refugio Mío, Fortaleza Mía, En Ti confío”, no sólo para que Él te oiga,  sino para que tu Alma lo oiga y se asegure recibiéndolo por fe,  y deje de temer.   Desafortunadamente es nuestro temor lo que por lo general declaramos: “No me vaya a caer”,  “Te vas a enfermar”,  “No me vayan a asaltar”,  “Dios se ha olvidado de mí”,  “¿Dónde está Dios?” “Si de verdad hay Dios”, y muchas otras insensateces que le hacen saber al diablo que está ganando.

Por eso Jesús nos dijo: “No te preocupes “diciendo”  que comeré que vestiré”… Mat. 6:31

Vimos que el temor es fe en reversa.  Esta fe negativa expresa más confianza  en la habilidad del diablo para destruirnos, que en la habilidad de nuestro Padre celestial para protegernos y rescatarnos.   Así mismo, el temor también declara nuestra incredulidad del amor, favor y benevolencia de Dios y de su poder para salvarnos; aunque muchos no lo consideran un pecado,  son los cobardes y los incrédulos  los primeros en la lista de la gente que será lanzada al Lago de Fuego, junto con los asesinos, los inmorales, los idólatras y otras bandas gruperas. (Ap. 21:8)

Es  normal que el mundo viva en temor,  más el Hijo de Dios no debe vivir en temor,  pues  aun cuando las cosas en el mundo empeorarán,  nuestro Padre tiene cuidado de nosotros.

Porque tinieblas cubrirán la tierra Y densa oscuridad los pueblos.
Pero sobre ti amanecerá el Señor, Y sobre ti aparecerá Su gloria. Is. 60:2

Jesús  le habló a la tempestad y se calmó,  le habló a la higuera y se secó, le habló a los

Remueve la Piedra

muertos, y se levantaron,  “Lázaro, sal de la tumba”, “Tabita Cumi”.  Les habló a los demonios y salieron huyendo.  Siendo Dios Él podía haberlos  reprendido con una señal,   con una simple mirada, mas no,  Él enviaba la palabra cada vez que hacia algo y nos enseñó a hacerlo, cuando nos dijo que “le habláramos a la montaña” (Mat 17:20-21)

La fe de nuestro corazón se activa y se libera por la boca. No son las vanas repeticiones de nuestra boca las que ejercerán poder sobre nuestras situaciones,  pues no son palabras mágicas,  sino el Espíritu que las respalda es el que les da el poder; por tanto,  al repetir Su Palabra con nuestra boca,   su Espíritu de Fe se afirmará en nuestro corazón, porque esta Palabra está respaldada por el trabajo consumado de nuestro Señor Jesucristo en la Cruz.

Dios quiere que sepas que entre todas las cosas que el compró en la Cruz está tu protección.  Jesús caminó en continua y perfecta protección divina, hasta que llegó a la Cruz a tomar tu lugar, donde fue abandonado por su Padre para que tú nunca lo seas,  y puedas caminar ahora en esa misma perfecta protección divina, especialmente durante estos últimos tiempos.

Porque con el corazón se cree para justicia, y con la boca se confiesa para salvación. Rom. 10

Shalom