Mansos Como Palomas

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El Espíritu Santo es un tema muy amplio, que no se puede limitar a una denominación o a una experiencia emocional, mas puesto que Romanos 8 es todo acerca del mismo, he aqui un fundamento básico e importante.  Si leíste 1 Cor. 12, te diste cuenta por qué el Espíritu Santo es “El Consolador” o “El Ayudador” y nunca “el acusador” (ese es un espíritu diferente).

La religión le ha atribuido también al Espíritu Santo una falsa “identidad”, al enseñar al creyente que el Espíritu Santo le “redarguye” de pecado; mas este redargüir no significa que nos acuse a los creyentes cada que no le atinamos a la marca; lo que el Espíritu Santo hace es mostrarle “al pecador” que no tiene que vivir bajo esa condición caída y perdida, llamándolo a recibir la paga por su rescate. Una vez recibido su rescate, el Espíritu nos redarguye  ahora “de justicia”,  ¡de rectitud!  Si no me crees, leámoslo juntos en Juan 16:8

 “Y cuando El venga, convencerá al mundo de pecado…”

Si notas que no dice que convencerá “al creyente” de pecado; esta palabra “convencerá” es el griego elegchō que significa “exponer a la luz, mediante convicción, generalmente sugiriendo vergüenza”.  El Espíritu Santo mismo nunca invalidaría la obra de Cristo exponiendo  a la luz el pecado del cristiano, que El mismo ya llevó, “sugiriendo vergüenza”.

Lo único que el Espíritu puede exponer a la luz en la vida del creyente es la perfección del trabajo consumado de nuestro Señor Jesucristo, por lo mismo leemos en ese mismo versículo, enseguida de pecado, “de justicia y de juicio”;  el creyente necesita esa convicción de su Justicia, de Su rectitud en Cristo, que solo puede recibirse por el Espíritu Santo, pues humanamente no nos será difícil creer que pecamos, pero si nos será imposible creer que Dios no nos imputa pecado,  y que somos rectos y limpios delante de Él,  si no es por la revelación del Espíritu Santo, aunque nuestra propia imagen de nosotros mismos no lo confirme.

Por lo anterior, Juan se tomó la molestia de explicarnos lo que decía, escribiendo el siguiente verso

…  de pecado, porque no creen en Mí; (el pecado en el Nuevo Testamento es la incredulidad:  NO CREER en Jesús) Juan 16:9

de justicia, porque Yo voy al Padre y ustedes (los creyentes) no Me verán más; Juan 16:10

En otras palabras, el Espíritu Santo convence al cristiano de su nueva identidad:  “la Rectitud de Dios en Cristo”, principalmente cuando fallamos,  para que asimilemos que ya somos criaturas nuevas (2 Cor. 5:17),  que como El es, así somos nosotros en este mundo (1 Jn. 4:17) y que al contemplarle seremos transformados a su imagen (2 Cor. 3:18)

Al ser transformados daremos frutos y junto con los frutos vendrán los regalos, pues éstos no pueden operar sin los frutos. Entendamos por qué:

El Espíritu Santo es representado en la Biblia como una “paloma”. ¿Por qué como paloma? La primera mención de una paloma en la Biblia,  la encontramos cuando Noé envió una paloma fuera del arca para saber si el agua se había secado (Gen.8:8). Esta paloma regresó a Noé mientras no halló descanso. Cuando la paloma no regresó mas, Noé supo que la tierra se había secado.  La ultima mención de una paloma fue cuando  Jesús se bautizó , y estando dentro del agua, el Espíritu de Dios descendió sobre el “como paloma” y reposó en El  (Jn. 1:32).   Aquel que viva del ministerio del Espíritu Santo va a hallar descanso dentro de las aguas,  “reposando”  en Jesús.

La paloma tiene 9 plumas en cada ala. ¿Será coincidencia que existen 9 frutos del Espíritu Santo y 9 regalos? Desde luego que en la Biblia no hay coincidencias. Operar con los regalos del Espíritu sin los frutos del Espíritu nos hará volar con una sola ala, en círculos y sin descanso. Necesitaremos operar en ese balance y armonía de regalos y frutos del Espíritu para un vuelo “re-elevante”, refrescante y “recto”.

Pablo nos dijo que codiciáramos esos regalos, mas también dijo que desearamos el más excelente de todos (2 Cor. 12:31), hablando del  “Amor” y el amor es un fruto.  Sin amor, podemos recibir toda la bendición y herencia de nuestro Señor, pero nadie más conocerá de Él, porque la verdadera iglesia de Cristo se conoce por su amor. (Juan 13:35)

Nuestro Padre Celestial proveyó todo lo que necesitamos para la vida (para vivir) y para la “Piedad” (para  ser de bendición) (2 Ped 1:3), al darnos los 9 regalos y los 9 frutos del Espíritu Santo. Estos están registrados en 1 Cor. 12:8-10 y en Gal. 5:22-23 y están listados en este orden

 

Dones o Regalos del Espíritu Frutos del Espíritu
Para hablar

Palabra de Sabiduría

Palabra de conocimiento

Profecía

 

Para conocer

Discernimiento de Espíritus

Lenguas

Interpretación de Lenguas

 

Para hacer

Sanidad

Milagros

Fe

Para ti

Amor

Gozo

Paz

 

Para con los demás

Paciencia

Benignidad

Bondad

 

Para con Dios

Fe

Mansedumbre

Templanza (dominio propio)

Si te das cuenta, esos regalos no son solo para hacernos bonitos e interesantes, poderosos, o para hacer dinero, como lo quería hacer Simón el Hechicero (Hechos 8:8-23) sino que son para la edificación del cuerpo de Cristo. Recibimos de Gracia para poder dar de Gracia. Sin recibir de  Gracia, hablaremos palabras sin Gracia, o haremos obras de la carne y no obras de la fe,  basados en intereses propios o aun en el amor a nosotros mismos o el amor al dinero y no en el amor a los demás.

¿Como hablar palabra de sabiduría sin amor, o palabra de conocimiento o profecía o que no traigan gozo y paz? ¿Como discernir un espíritu sin poder tolerar a la persona con paciencia?, o ¿Como hablar palabra de Dios en lenguas o profecía sin interpretarlas con bondad o benignidad? ¿Como hacer sanidades o milagros sin fe? ¿como refrenarnos nuestras emociones sin mansedumbre o sin ese dominio propio o templanza? acabaríamos trayendo a la gente por  una montaña rusa de emociones, exhibiendo un show delante del no creyente, que lo hará huir con una impresión equivocada de Dios,  sin producir ningún efecto en él, ni en el Cuerpo de Cristo.

Mas si estos regalos  operan en armonía con los Frutos del Espíritu, no dañaremos a nadie,  sino que caminaremos en ellos impartiendo nuestros regalos a los demás.

Shalom

Nota: Agradezco a Susan Deschaine y a Joseph Prince por esta enseñanza.