La Docencia de la Adolescencia

A fines del año pasado alguien buscaba en mi sitio algún material para  ministrar  a adolescentes. Desde entonces ha estado en mi corazón esta interrogativa: ¿cómo alcanzar a nuestros adolescentes en una etapa tan decisiva, en tiempos tan turbulentos como los de hoy?

No es inacertado que la mayoría de nosotros llegamos a la adolescencia  con una auto imagen ya formada o deformada y con una alma ya marcada por las huellas que la infancia nos dejó, sean huellas del amor,  o huellas de dolor, culpa o vergüenza y aun violencia impresas por el sistema de la Ley ‘del Bien y el Mal’, el cual trae  ‘ira’, junto con otras cosas desagradables (Rom. 4:15; Gal. 5:19-21, 1 Cor. 15:56).

Tampoco es difícil darnos cuenta de la profundidad de estas huellas en nuestra comunidad adulta,  que revelan que no estamos  preparados para vivir una vida tan  lejana a nuestro diseño original como la que esta Ley propicia, en ocasiones bajo sistemas tan opresivos y esclavizantes que la reducen a la no existencia, aun desde antes de la adolescencia.

Aunque esta etapa se define por sus cambios físicos,   es realmente los procesos mentales que se desarrollan durante la misma, generalmente basados en tales huellas,   los que predeterminan la vida adulta,  ya que es precisamente durante la adolescencia cuando  tomamos las decisiones que cimentarán el resto de nuestra vida, no solo al escoger un oficio o profesión,  sino al identificamos con lo que ‘creemos’  ser:  bueno o malo,  bonito o feo,  hábil o inútil,  valioso o sin valor,  aceptable o despreciable, etc., todos ellos atributos de una  identidad que los lectores de esta publicación podrán identificar como ‘falsa’, pues está basada en lo que somos  ‘según la carne’; si esta es tu primera visita a mi sitio, te invito a entender a que me refiero  leyendo las series de los Gálatas, ya que sin conocer la verdad de lo que realmente somos,  nuestra adultez y aun nuestra vejez, de llegar a alcanzarse, podrían convertirse en  los días en los cuales decimos «no tengo en ellos contentamiento».

Verás, mi primer esposo murió de 19 años, mi madre vio morir prematuramente a 3 de sus 5 hermanos;   mi padre se nos fue a los 52 años. Yo te puedo asegurar que ninguno de ellos llegó  preparado para el tipo de vida que tuvieron que afrontar durante su adultez, algunos desde su niñez;  mucho menos estuvieron preparados para afrontar la muerte que sufrieron.

Quizá solo el menor de mis tíos murió ‘preparado’ a los 48 años, al haber recibido y experimentado el Amor y la Paz de Dios, meses antes de morir, después de  una vida de dolor, vergüenza y principalmente de mentira, que comenzó con la mentira que creyó acerca de si mismo a los 6 años, cuando su alma fue asesinada a través de su  violación, secreto que no quiso llevarse a su tumba.    No intento manchar su memoria,  solo intento ilustrar con los casos mas cercanos y reales que conozco, unas cuantas de las huellas  que la Ley dejó en mi familia, mas no dudo que tu puedas tener  algunas mas profundas.

Al igual que mi tío amado,  muchos llegamos a la adolescencia y al resto de nuestra vida con el alma rota,  y por consiguiente, con una imagen totalmente ‘distorsionada’   de nosotros mismos, algunos mas que otros;  mas no se necesita una experiencia de esta magnitud para creer las mentiras y las acusaciones del diablo acerca de nosotros, basta con ignorar la verdad de quienes somos en Cristo, revelada en su Evangelio de Gracia.

Tristemente, cuando somos engañados de lo que somos en Cristo,  seremos engañados acerca de  la vida misma,  pues la verdadera vida solo se encuentra en Él y en su Gracia, verdad que no todos  llegamos a descubrir antes de que la mentira que creímos derribe nuestra vida edificada en la arena.

La película titulada ‘7:19’, me pareció una buena analogía de esta vida de espejismo.  Este  número quedó marcado en muchos relojes de la Ciudad de México como el inicio del terremoto  que devastó a nuestro país en  1985, y que lo marcaría  en su historia como  ‘antes y después’.     El verla me causó conmoción, no solo por los recuerdos que me hizo revivir de aquel día y del México en el que yo nací, crecí y viví durante mi juventud, sino por cómo simboliza el tema que continuamente trato en este blog:  la futilidad de la vida bajo la Ley y su cosecha – sus efectos, sus consecuencias, y su trágico y destructivo final,  cosas de las que solo al creer el Evangelio de Gracia podemos ser salvos.

Sus personajes principales: dos empleados de gobierno en ambos extremos de la pirámide jerárquica,  un velador,  a punto de retirarse, después de 40 años en  su mismo escritorio en la planta baja de tal pirámide  y  su jefe,  un alto funcionario que logró escalar hasta la cima, ambos encontrándose atrapados bajo el peso del  edificio de concreto en donde depositaron  su  vida y su seguridad. Puesto que la película es la misma escena estática, su intensidad se encuentra en sus diálogos, durante los cuales se discute la  ironía de la vida,  la diferencia de las clases,  el sistema de corrupción que rige la vida de todos los mexicanos,  la culpa, la condenación, el juicio contra los demás,  y otros efectos de la Ley.

Te preguntarás:  ¿que tiene que ver esta película con la adolescencia?

Verás, no todos terminaremos aplastados por un terremoto geológico,  pero la piedra de la Ley promete hacer lo mismo tarde o temprano en todo aquel que edifique su vida bajo la misma,  sea que nos  encontremos hasta arriba de la pirámide, protegidos por nuestro propio esfuerzo, o  por debajo de la misma, debilitados o derrotados por el mismo;  la adolescencia es justamente esta pequeña ventana de oportunidad para que la Luz del Evangelio de Gracia nos alumbre y nos rescate, antes de que la vida entera se derrumbe,  o aun de en medio de los escombros.

Regresa para que removamos estas piedras juntos.

Shalom y Gracia en Abundancia.

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