Descanso para Nuestros Adolescentes

En nuestro anhelo por entender como  ministrar  a nuestros futuros adultos hacia una vida “de resurrección”,   lo mas importante para mi es invitarte a entender en que consiste la Justicia de Dios que es precisamente Su  Gracia,  en la cual Él nos prometió que seríamos establecidos para vivir lejos de opresión (Is. 54:14).

Segundo y no menos importante para mi es que deje de atribuirle a Dios lo que pertenece a la “Justicia de los hombres”, o de la Ley, (ira, venganza, castigo, destrucción, enfermedad, muerte, etc.)  pues fue precisamente esta justicia “del Arbol del Conocimiento del Bien y del Mal”,  la que el Padre dejó que descargáramos sobre Él mismo en la persona de su Hijo Jesús, justamente para separarnos de la misma; aunque si el mundo está como está, es por falta de esta revelación.

Habiendo comprendido que el sistema de castigo y recompensa  viene de la justicia de la Ley,  estaría por demás incorporarlo en un programa para adolescentes.  Alguien me preguntaba,  ¿entonces de qué manera enseñas a un niño sin castigarlo o sin disciplinarlo o incentivarlo?

Es aquí cuando nuestra misión se convierte en la misma de Pablo – hacerles ver a TODOS cuál es la realización de ese designio que Dios”,  (Ef. 3:9, DHH) ;  hacerles verse como Dios los ve,  hacerles saber lo que Dios opina de ellos de acuerdo a su Justicia ya hecha, con la que ya nos cubrió; eso es lo que Dios cree, es decir, esa es Su Fe (‘pistis’ en el Griego – convicción o seguridad de la verdad).  Eso que en nuestras biblias leemos como “fidelidad” significa justamente ‘ser lleno de fe’ y nuestra incredulidad no anula la fe de Dios (ver Rom. 3:3).  Si ellos no lo creen delante de nosotros, no significa que nunca lo creerán, esa será la labor del Espíritu Santo y no la nuestra.   

Si existiera algún poder redentor en la violencia o el castigo, la gente saldría de las cárceles rehabilitada;    los casos que yo conozco, el castigo nunca logró corregir a nadie, mas si ayudó a reforzar la identidad distorsionada que ese viejo árbol nos imprime en la consciencia  y orillándonos a hacer todo lo que hacemos bajo la Ley… (1 Cor. 15:56), por lo lo único que lograremos bajo esa mentalidad caída será  aprender a ocultar o a disfrazar nuestra distorsión, quedando mas heridos(as), mas resentidos(as), mas disfuncionales,  todo para años después descargar esa ira y esa disfunción sobre los demás, muy a menudo sobre nuestros propios hijos que tanto amamos.

Algo muy interesante podremos encontrar en los significados originales de las palabras que los apóstoles y los escritores de la Biblia usaron para escribir lo que ellos podían ver.

Por ejemplo,  la palabra original para “justicia”,  comunicaba originalmente “semejanza”, “equidad,”.

Otro ejemplo es la palabra que se nos tradujo como “pecado”, el griego “hamartia”, que   proviene del griego ha (negativo)  y “martia” que significa “forma” ,  significando así: “sin forma”.   Todo lo que hacemos por vivir bajo la mentalidad caída de la Ley proviene de una consciencia “sin forma”,  es decir,  que no puede identificarse con su imagen y semejanza original.  Esa será la mayor injusticia;  en otras palabras,  sin poder ver la imagen y semejanza de Dios en nosotros, es decir “Cristo en nosotros”,  viviremos como disfuncionales, con un diseño ajeno al nuestro,  que producirá en nosotros una vida y una imagen deforme.  Esto es lo que Dios considera ‘idolatría’.    Por ello Dios prohibía la idolatría,  El no quería que nadie encontrara forma en ninguna imagen, hasta que nos revelara nuestra imagen original en Jesucristo, hasta  que Él llevara nuestra  deformidad en la Cruz.

Es esta la razón por la que la gente que sale de la cárcel llega a cometer nuevos y mayores crímenes.  Hace tiempo vi un  documental acerca de  una prisión en Alemania en donde se ha implementado un nuevo programa de rehabilitación en el que los presos son tratados con dignidad y respeto;  a ellos se les asigna tiempo de estudio, tiempo de ejercicio y de juego, comida nutritiva y tiempo personal con un consejero o mentor, sin embargo;  aunque han visto cierto progreso,  este programa proviene del mismo árbol letal, pues aun requiere  “esfuerzo” y  voluntad propia para poder cambiar, y principalmente, porque carece de la vida de resurrección que nos cambia desde adentro hacia afuera por el Espíritu de Dios,  al contemplarnos en Jesucristo como en un espejo, nos contemplaremos a imagen y semejanza de Dios. (ver 2 Cor. 3:18).

Nuevamente repito, el sistema de justicia de la Ley nos conduce a juicio – lo que cada quien ‘cree’ merecer o no merecer por lo que ‘considera’ bueno o malo, mucho o poco que haya hecho, lo cual se traduce en  castigo o recompensa.  Este juicio nos clasifica por número,  por etiqueta,  ‘primero’ o ‘último’,  ‘mejor’ o ‘peor’,   ‘triunfador’ o ‘perdedor’,  ‘bueno’ o ‘malo’, ‘rico’ o ‘pobre’, bonito o feo;  cada calificativo  en base a lo que alcanzamos por nuestra propia habilidad o desempeño. De aquí viene la competencia o competitividad, con sus respectivos celos y envidias; de aquí viene la hostigación o el acoso de los ‘bulis’, quienes descargan sobre los demás la ira  que este sistema produjo en ellos. (La Ley produce ira).

Si observas los programas de concurso o de competencia, como las olimpiadas,    generalmente serán mas los rostros de frustración que observaremos que los rostros de satisfacción, misma que no siempre provendrá de su propia actuación excelente,  sino de la pobre actuación  o del menor error de sus contrincantes.   Nadie llora cuando el otro se cae, por el contrario,  se alegra y descansa.

De igual manera se alegraron y descansaron aquellos que encontraron “justicia” al ver caer las Torres Gemelas en N.Y.  el 11 de Septiembre de 2001; entonces, para hacer “justicia”, los afligidos les enviamos a nuestros héroes para afligirlos, mientras que los que derribaron las Torres con aviones llenos de gente amada por Dios, (de acuerdo a lo que se nos hizo creer), son los héroes en sus naciones.   Esa es la justicia en acción del hombre bajo el viejo árbol,  no la Justicia de Dios.

Un nuevo tipo de competencia física es el llamado “Guerrero Ninja”.  En este tipo de concurso, todos los participantes tienen la misma oportunidad de ascender al siguiente nivel,  al igual que el mismo riesgo de caer en el agua y ser descalificados.    Durante el mismo observarás a todos los competidores animarse los unos a los otros con aplausos y porras; alegrarse por aquel que logra  ascender al siguiente nivel,  o  entristecerse junto con aquellos que  caen al agua; los mejores llegan a caer, pues solo hay un premio, 1 millón de dólares, que solamente una persona ha logrado alcanzar, Isaac Caldiero.

El Evangelio también solo ofrece un solo lugar, que es el lugar más alto al que un humano pueda llegar  – en Cristo, sentado juntamente con Él en las alturas”; la diferencia es que este lugar es para toda la humanidad  y ahí es donde comenzamos la carrera;  es una carrera de descanso y no de esfuerzo,   por lo que este lugar altísimo no hay lugar para la competencia, ni siquiera la competencia “sana”,    sino solo para el descanso y  todo  aquel que esté cansado de intentar llegar por su propia fuerza, lo encontrará y será ‘vencedor’.

En este lugar altísimo, el amor es la materia prima, el cual nos hace enfocarnos  en aquellos que se cayeron al agua  y que se están ahogando, por no poder ver. Mas para aquellos conscientes de su inclusión y de su unión al que nos incluyó, habrá gran gozo en su rostro y aun descanso cada que otro logre ver y dejarse salvar, así como gran dolor por aquel que no ve.

Entonces ¿Cómo calificar a alguien si no es por lo que hace? ¿Cómo corregirlo o motivarlo a que haga algo sin un incentivo, sea premio o castigo ? Te pido que le preguntes a tu Padre en oración y el próximo viernes compartiré mi respuesta contigo.

Shalom y Gracia en Abundancia

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