Amor Paternal

Antes de terminar esta serie,  me gustaría hacer énfasis en algo que en mi opinión es la clave para poder ministrar a un adolescente.

Algo que el Señor me ha mostrado es que la manera en que el diablo hizo caer a  la raza adámica se podría sumarizar en una consciencia que lo despojara de la consciencia del amor de su Padre.  Así fue como el hombre ‘dejó de ser partícipe’ de  la Vida para la que fue diseñado al lado de Dios;  en la concordancia encontrarás que  ‘dejar de ser partícipe’  es el primer significado de “pecado” .

La buena noticia es que esta obra diabólica ha sido  totalmente ‘desecha’ en Cristo Jesús;  Cristo ha venido a remover el pecado y a deshacer las obras del diablo (ver 1 Juan 3:8 y 9); primeramente, al revelarnos al Padre, al  darnos a conocer su Amor y darnos el derecho de llamarle ‘Abba Padre’, algo que los fariseos consideraban una blasfemia, pues ésto equivalía a ‘hacerse igual a Dios’; y finalmente ¡en la Cruz! Por medio de la cual removió esa ‘mala consciencia’ (ver Heb. 10: 1-7), así como toda distancia y toda separación impuesta por la religión que nos impedía ‘regresar a casa’, por temor a ser rechazados; hoy podemos venir con toda confianza al trono de su Gracia y esperar respuesta de nuestro Padre,  pues Él nos ha hecho “Hijos de Dios”.   Permíteme mostrarte esta primera escritura en  El Espejo, aunque por brevedad omitiré los comentarios:

¡El origen del pecado es una mentalidad caída, desde el comienzo! ¡Para este propósito fue revelado el Hijo de Dios! ¡Su misión era deshacer las obras del diablo!

Descubrir nuestra auténtica calidad de hijos de Dios, es descubrir la verdadera libertad del pecado. Hemos nacido de Él y su semilla permanece en nosotros; ésta es la única posible referencia para serenar la mente ante la intoxicación del engaño. (¡La semilla incorruptible de nuestro Padre lleva el modelo exacto de la auténtica vida de nuestro diseño! Jesús llama al diablo: “padre de mentiras”….)

1 Juan 3:8 y 9 El Espejo de la Palabra, Francois Du Toit.

Sin embargo,  si al morir Jesús nosotros la humanidad entera murió en Él, y al resucitar hemos sido levantados junto con Él como Nuevas Criaturas – ‘sin pecado concebidas’   (si creemos que la obra consumada de Jesucristo fue suficiente),  y totalmente restauradas de nuestra ‘orfandad’, ¿a qué se debe que ese espíritu de orfandad sea tan prevalente en nuestra sociedad, dando como resultado tantas  generaciones sin padre?

Es interesante para mi que el tema que acabamos de tratar relacionado con la sexualidad fuera de su diseño divino,  esté tan íntimamente ligado al tema de la ausencia de un padre.    Es por lo general a través de un acto sexual sin amor mutuo, a menudo  sin consentimiento, como tantos seres humanos nacen sin padre  o son deshabilitados para serlo.     En lugares como Río de Janeiro, Nueva Orleans, o muchos otros donde los carnavales o las fiestas religiosas son atracciones mundiales,  cientos de bebés sin padre nacerán 9 meses después, en ocasiones abandonados aun por su madre.  En Aguascalientes, donde yo viví,  la Feria de San Marcos entre Abril y Mayo produce “los bebés de la feria”  en enero o febrero del año siguiente.  En Brazil verás a esos bebés crecer y dormir en la calle, en ocasiones amaneciendo muertos por balas, por ser considerados una plaga; aquellos más ‘afortunados’ (o quizá menos), caerán en manos opresoras y se convertirán en los objetos de sus crímenes y si llegan a la adultez, quizá lleguen a ser los futuros opresores;   serán  sólo unos cuantos  los que logren llegar a hogares llenos de amor,  como fue el caso de “Soru” en la película “Leon”, con Nichole Kidman – un caso de la vida real.

Lamentablemente, a pesar de que estos bebés son inocentes,  llegan a vivir con este estigma toda su vida.    Si algún día has llegado a buscar por tus familiares en sitios de genealogía construidos sobre los registros  de bautismo de las parroquias antiguas,   encontrarás en algunas de ellas que el nombre del padre está ‘tachado’,  cuando dicho bebé nació  según la religión: ’en pecado’,  ya sea fuera del matrimonio, o  aun cuando existiera una acta de matrimonio,  si no se llevó  a cabo un matrimonio religioso.    Aun el apellido llega a ser tan importante por esta causa.  Conozco familias en la que los padres se cambiaron sus apellidos para que sus hijos no crecieran con ese ‘estigma’, ignorando que nuestra verdadera identidad no proviene de nuestro abolengo.

Fuimos diseñados para vivir del Amor del Padre y de toda palabra que sale de su boca. Jesus es esa Palabra hecha carne,  Él es Nuestro Pan de Vida, La Palabra Viva.  No me refiero al Jesús de la estatuilla o la pintura; ni siquiera me  refiero al Jesús del que escuchamos en los evangelios, quien caminó entre nosotros,  me refiero al Jesucristo resucitado y que vive para siempre de acuerdo a un orden diferente,  el de Melquizedec, que sólo bendice y nunca maldice y que anhela vivir su vida en nosotros,

 “una vida no sobre la base de una ley de requisitos físicos, (“forzada por la fragilidad de la carne”,  El Espejo) sino según el poder de una vida indestructible” (Heb. 7:16, NBLH).

¿Cómo podríamos proveer el Amor de un padre cuando muchos padres crecen con este estigma,  o cuando en nuestros días tantos hogares son sostenidos con la ausencia de uno de ellos o de ambos,  en ocasiones aun estando ambos viviendo bajo el mismo techo?    ¿Cómo podrán nuestros jóvenes vivir sin la necesidad de buscar amor donde no existe?  ¿Cómo los guiamos a conocer el Amor de Dios, cuando nuestro propio concepto de Dios no nos permite verlo o creerlo.    De ello hablaré el próximo viernes.

Shalom y Gracia en Abundancia.

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